La gran mentira.

Estoy sentada en la cama de mi habitación, en mis auriculares suena «When we were young de Hollow Coves«, y miraba hacia la ventana pensando finalmente, después de haber hecho un brainstorming mental estos días, de que os iba a hablar hoy.

No tengo título y tampoco sé que imágenes os voy a compartir acompañando este texto, supongo que voy a hacerlo una vez más, adaptarme a lo que mi cuerpo, mi mente y mi alma me piden a gritos, fluir. Dejarme y hacer lo que solo mi cuerpo me pida, no más, no menos.

Hay algo que no deja de perseguirme el pensamiento todos estos días desde que llegué a Irlanda y comencé mi nueva vida en esta Tierra, aquí no existe la prisa, quizás si ahí afuera, pero no aquí adentro. Y no, no hablo de la calle o la casa, hablo de mí, no existe la prisa dentro de mi.

He pasado el último año de mi vida sin hacer mucho, contándome la excusa de que necesitaba descanso, reposo y preparación para lo que estaba por venir, y en parte así lo era, pero me vestí y me creí que estaba viviendo una vida lenta y en la cual todo fluía, yo en ella y ella en mí, que todo resultó ser una gran mentira. Mi mente no paraba, nada fluía y mucho menos, vivía con calma haciendo honor al slow de su nombre.

Soy una gran experta en contarme mentiras como castillos, y en creérmelas.

Después de dos semanas de haber cambiado absolutamente todo de mi vida, (y cuando digo todo, es todo), puedo decir que ahora siento de nuevo lo que es de verdad vivir lento y en calma. Sin preocupaciones. Confiando en la vida y en las cosas cómo vienen. En las piedras que dibujan el camino. Sin que nada perturbe exageradamente mi estado emocional porque éste está equilibrado y conectado con su elemento. Si se mueve un ladrillito, no dejo que se derrumbe el castillo, me tomo el tiempo de coger la pasta necesaria para volver a fijarlo al resto. Nada se tambalea si nada se tambalea. Tan redudante cómo cierto.

He pasado de tener en mi mesilla de noche pañuelos llenos de mocos por estar siempre mala, pastillas para la alergia y el asma, el cargador del móvil, libros que nunca tocaba y un diario que llevaba días sin escribir a parte de una lámpara con la bombilla fundida, a tener dos libros; uno ya está terminado y el otro en proceso, una lamparita de noche para leer, un kindle electrónico con Oprah Winfrey cómo invitada, mi oráculo semanal y agua. (Ah, y algún dulce siempre hay, lo confieso). Las pastillas ya no las necesito y el ventolín aguarda en el cajón pero son raras las veces en las que ahora necesito hacer uso de él. No te contaría esto si no fuese verdad, nunca he pretendido ser algo que no soy, pero es que cuando estás por fin alineado en cuerpo y alma y encima la vida te envía a un lugar donde todo eso complementa el paquete, de repente todo está bien. Todo se conecta. Todo se ilumina y empieza a funcionar. El engranaje está perfecto.

 

Cuando paseo por estos caminos sólo puedo pensar en lo afortunada que soy. Y a su vez pienso por qué la vida ha tardado tanto en traerme de nuevo a un lugar así en el que mi alma se sana. Pero por fin lo entendí, no se trata de venir aquí para sanar nada, se trata de sanar y curar la herida para que al llegar, puedas llenarte de todo ese vacío que has dejado soltando todo lo viejo, todo lo que ya no te pertenecía más y toda esa necesidad para llenarlo de cosas nuevas. De todas esas bendiciones en forma de ovejas, burros, vacas, praderas, playas, bosques, personas, luces, olores, colores, palabras, música, sabores, libros, lluvia y amaneceres que te aporta esa nueva libertad. ¿Dónde habrían quedado todas esas cosas si hubieses viajado con el alma llena y pesada de todo lo que te bloqueaba? Te lo habrías perdido, te lo habrías perdido porque dentro de ti no habría espacio para apreciar lo nuevo.

 

Si no crees en lo espiritual y en lo que no tiene una explicación lógica o científica, puede que esto te suene a cuento chino, lo respeto. Pero me parece sorprendente cómo todo este mes de Septiembre mi vida se ha acomodado con los ritmos de la naturaleza. El pasado 23 de Septiembre se celebró Mabon. En otras palabras, es mi querido Equinoccio de Otoño, día donde la luz y la oscuridad duran lo mismo, dando así paso después de esto a días más oscuros, la luz baja la intensidad y todo se vuelve más lúgubre. Es momento de recoger la cosecha que se ha trabajado y cuidado durante todo el año, es momento de los frutos y el descanso. Y yo justo hacía a penas 12 días que había recogido mi cosecha, en el momento perfecto, la cosecha más exquisita y deliciosa que podría haber plantado. ¡GRACIAS! También mi ciclo decidió volver después de tres meses de ausencia, no hace falta que os diga lo malo que es que una mujer de 28 años pase 3 meses sin ciclo, pues bien, volvió, hace unos días, de mano de la Luna Nueva, la Luna Nueva que se asocia a comienzos y crecimiento, ¿no es una bonita y tremenda causalidad? A mi me alegró la vida y la existencia. Todo va tomando de nuevo su lugar.

 

 

Antes de empezar a despedirme, no quiero hacerlo sin decirte antes que trato cada día y cada instante en agradecer la vida y el momento que estoy viviendo. Pasamos por alto tantas cosas a lo largo del día que nos perdemos en una rutina agitada, rápida y que nos consume más energía de la que nos genera, entrando así en una espiral de negatividad sin salida. Agradecer cada día por las pequeñas cosas me hace recordad que pase lo que pase siempre existen motivos para ser feliz, para admirar la belleza del mundo en el que vivimos, desde el dulce saludo de un perrito por la calle hasta la sonrisa de tu compañero de trabajo cuando sabe que tu día no está siendo el mejor. Si te faltan motivos para creer que tu vida puede ir a mejor, deja de darle peso y voz a esos motivos y empieza a mirar un poco al otro lado, seguro que encuentras motivos maravillosos por los que agradecer y continuar un poquito más.

 

 

Y si no hay, siempre los puedes inventar, ¿quién ha dicho que la vida ya está escrita y no puedas escribirte la tuya propia?

 

 

 

Si has llegado hasta aquí, GRACIAS.

Espero que estas pequeñas notas de mi hacia ti te ayuden un poco a aportar luz, claridad y gratitud en tu vida y te acompañen en el camino de vivir lo más lento, presente y conectado contigo y con tu deseo.

 

Con amor infinito y rodeada de ancestrales Tierras,   nos vemos en el bosque.

 

 

 

 

Un comentario

  1. “Pasamos por alto tantas cosas…” GRACIAS por tu compartir, siempre es un gusto leerte. Estoy deseando verte y achucharte. Mientras tanto, sigue disfrutando de esta experiencia mientras nosotras desde aquí contemplamos tus ojos brillantes de felicidad. Te adoro♥️

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *