Hogar en la tormenta.

El pasado Lunes 5 de Diciembre recibí una carta. Era una carta de despedida de un compañero y amigo que llegó a Irlanda unos pocos días después de que yo aterrizase aquí. Era una carta de despedida y agradecimiento, una carta preciosa que volvió a inundar mis ojos de lágrimas al igual que pasó en el momento del adiós.

Quizás soy un poco masoca, pero amo los adiós que saben a nuevos comienzos. Amo esos Adiós que suenan a una nueva y mejor aventura vital de la que se está viviendo en el momento presente. En ese momento mi tristeza sabía que esa persona sería más feliz con su nueva vida y el Adiós era un poco menos malo. (Si me leéis, OS QUIERO, gracias por haber hecho mi experiencia aquí tan especial.)

 

Pero volviendo a la carta, hubo una frase que no resonó en mí la primera vez que la leí sentada al lado de mi chico pero sí cuando la leí al día siguiente por segunda vez, la carta decía:

                                                        Eres hogar para muchos.

 

Y me quedé ahí, sola en mi habitación, sentada en la cama y llorando.  Llorando por todo lo que de repente al volver a leer esa frase se había iluminado y despertado en mí.

 

Volví a recordar las miles de veces que muchas personas me habían dicho que a mi lado sienten paz, calma, vitalidad y ese algo que no saben explicar y de repente me ví buscando donde estaba todo ese sentir en mi misma y por qué algo que transmito al exterior sin consciencia ninguna me cuesta tanto aplicarlo para mi propio Ser cuando lo necesito.

Estaba pasado una mala racha y no encontraba mi hogar ni mi calma, pero sin tener hogar ni calma interna, yo lo era para ellos.

 

 

 

La carta empieza a cobrar sentido dos semanas antes de recibirla, la casa donde vivíamos dejó de ser un hogar para convertirse en una pesadilla, y lo que pasa cuando vives fuera de tu país natal y no puedes estar a gusto en tu propio refugio y hogar, es que todo el mundo se viene un poco abajo porque no encuentras un lugar seguro al que acudir cuando llega la noche.

 

Todo en cuanto al descanso, la calma, el hogar, la tranquilidad y el sentirse como en casa tan lejos de ella se tambaleaba sin descanso alguno y sin quererlo movió todos los cimientos que hasta el momento habíamos creado allí en ese lugar. A veces sólo nos quedaba la propia compañía que nos hacíamos los unos a los otros y el fiel sentimiento de saber que nos sosteníamos en esos momentos de incertidumbre.

 

 

Mi sentir durante esas casi tres semanas fue una montaña rusa de emociones. Me costaba concentrarme, no descansaba bien, volvieron a mí antiguos sentimientos de frustración y rabia en los que sentía que una vez más, se repetiría la historia en la que tendría que volver a renunciar a mi trabajo y mi hogar para poder estar en calma. Y me perdí un poco.

La tristeza, la ansiedad y la desgana ganaron un poco la batalla esas semanas. Intentaba salvarme a mi misma al igual que lo hacía con la gente que tenía al lado pero no podía. No sabía ya donde estaba mi esperanza ni mis ganas. Por unos días decidí vivir en ese piloto automático que en ocasiones te salva de tener que enfrentar más emociones de las que deseas y me aislé. Sabía que debía encontrar bien adentro ese refugio ya que fuera todo era un huracán.

 

Quién me lea desde hace tiempo, sabe que baso gran parte de mi crecimiento personal y de mi aprendizaje en este mundo en sacar y exprimir el por y para qué de las malas rachas que a veces la vida nos envía sin motivo ninguno. Esta vez no lo busqué y tampoco lo merecía, pero así pasó. Llegó y tocó sacar todas esas fuerzas de flaqueza, y aprender a convivir con esa versión de mí que estaba llamada a aprender y gestionar esto de la mejor manera posible, y así fue.

 

Recibí una segunda carta un par de días más tarde, también de despedida, y en ella me decía que gracias por buscar ser siempre mejor persona, y por mi profundo mundo emocional y espiritual.

 

Otra vez a llorar.

 

Ambas cartas me han enseñado a ver la realidad, o más bien, a observarla.

Mi realidad durante este periodo fue una, pero con los mismos sucesos y situaciones fue otra para quienes lo veían y vivían desde otro lugar. Donde yo sentía estar en el abismo  e incluso perdiendo la esperanza y la fe a ratos, otra persona veía una profunda espiritualidad en mí. Mientras yo sentía que estaba perdiendo una de las cosas más importantes para mi en la vida, el hogar, me había convertido en hogar para el que me rodeaba. Mientras la calma externa se venía abajo, parece ser que la interna siempre estuvo ahí adentro aunque no lo pudiese apreciar.

 

Hace un tiempo atrás aprendí algo valioso y es que no son las cosas que nos pasan lo importante, si no que lo realmente importante es eso que hacemos con las cosas que nos pasan. No importa si todo empieza a ser diferente a cómo tú  lo esperabas, tienes el presente y el ahora, ¿qué vas a hacer con eso que ha pasado?¿Cómo lo vas a gestionar?¿Qué historia te vas a contar a ti mismo?¿Vas a ser víctima o creador?

 

 

Ahora todo ha pasado. La tormenta terminó. Han sido tres despedidas, una decisión que lo cambiará todo (y pronto sabréis), una mudanza de habitación y mucha paciencia las que han sido necesarias para estar hoy aquí en profunda y absoluta paz escribiéndote esto.

 

Esas dos cartas me han enseñado que siempre existe ese poco de esperanza que nosotros no podemos encontrar al final del túnel, que seguimos siendo tan fuertes aunque sintamos que no podremos soportar un round más en el campo de batalla, que nuestro alrededor nos habla y debemos aprender a observar y a escucharlo, porque nos manda mensajes de aliento para poder seguir un poquito más, aunque nosotros sintamos que hemos perdido este capítulo.

Si algo me ha enseñado Irlanda es que después de la lluvia sale el Sol y el arco iris sale radiante y enorme en el cielo aún gris y húmedo. Que nuestra fortaleza se forja en esos momentos y en el aprender a cuidarte, permitirte y sobre todo, quererte a ti mismo en esos momentos en los que te toca encarnar un papel en el que nunca te habías visto antes.

 

Tener mucha autocompasión y encontrar la fuerza, ya sea en lugares, libros, personas o en la música para seguir un poquito más.

 

Porque, amigo, la lluvia no durará para siempre,

 

y el arco iris de colores espera tras la tormenta.

 

GRACIAS una vez más por leerme, yo te leo a ti en los comentarios un poquito más abajo.

 

PD: Elvis, Carlos y Wero, gracias por haberme devuelto la inspiración para escribir. See you soon.

2 comentarios

  1. Hola corazón!
    Eres maravillosa y extraordinaria, me encanta leerte , sigue remando pero no a contracorriente, estás en el buen camino.
    Espero poder conocerte pronto.
    Un abrazo muy grande 🥰🙏

    • No sabes la sonrisa y alegría que me produce leerte y saber que sigues aquí. Te recuerdo muy a menudo, Malena. Ojalá la vida te esté cuidando mucho y muy bien ❤
      Estoy segura de que algún día. 🙏
      GRACIAS infinitas.

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