Crepita el fuego en el brasero de la terraza. Las doradas, naranjas y rojizas hojas de los árboles bailan al viento mientras algunas comienzan a caer, convirtiendo el verde césped en un manto de colores que indican vientos de cambio. Si me paro a observar el silencio de sentirme sola en un porche de madera frente a las montañas, descubro que está lleno de vida.
Si observo se intensifica el crepitar de la madera bajo el fuego que me calienta. Escucho como el viento entona su melodía a través de las ramas de los árboles a lo lejos y cerca de mi. Los farolillos y campanillas de viento que cuelgan del techo empiezan a moverse de un lado a otro, sutil, cuando la brisa les invita a mecerse y dejarse llevar, dejando éstos segundos, a su paso, una dulce melodía que profundiza mi estado de contemplación.
Podría parecer que nada sucede, que todo está parado, que la vida se ha tomado un descanso por unos segundos, pero es sólo en el sutil arte de la contemplación dónde observas que el cuadro que ves delante de tus ojos, está más lleno de vida que nunca. Que naturaleza, objetos, elementos y colores bailan al mismo compás, volviéndose uno con los cambios y fluyendo bonito, despacio… pero sin cesar.
Observar lo que afuera sucede me invita a observar lo que adentro sucede.
¿Qué está sucediendo dentro de mí ahora mismo?¿Qué melodía dejan al paso los pensamientos que vienen y van?¿Cómo crepita mi fuego interior?¿Lo que ya no sirve también cae junto con las hojas secas que al llegar el Otoño dejan espacio para algo nuevo?
Lo que es afuera es adentro, y lo que es adentro es afuera.
Observo que mi respiración también se acompasa al movimiento de mi estómago cuando el aire entra y se va. Que mis manos se relajan cuando permito a la mente frenar su incesante actividad y me permito observar el escenario, interno y externo con otros ojos, sin juicio. Observo que mi pelo baila con el viento que sutil me acaricia y que los pelitos de todo el cuerpo se erizan cuando me permito sentir toda la vida que me rodea en ese preciso instante.
Descubro que tengo siempre muchas opciones.
Podría estar dentro de casa, viendo la televisión con una baso calentito de cacao y también sería perfecto. Pero he elegido esta opción, hoy he elegido salir ahí afuera, dejarme sorprender, observar lo que me rodea, rendirme a la belleza de la vida.
¿Cuánto tiempo hace que no te rindes a la belleza de la vida?
Quizás hoy esto es un recordatorio para que lo hagas, para que pares, para que dejes de hacer todo eso que andabas haciendo. Quizás esto es un recordatorio para que vayas a ese parque, para que observes por la ventana de tu casa, juega a descubrir cuantas cosas estaban ahí y nunca te habías parado si quiera a contemplarlas.
Vivimos corriendo.
Vivimos deprisa.
Vivimos por encima, de puntillas.
Cómo si nos diese miedo pisar firme,
cómo si lo que estamos construyendo
bajo nuestros pies fuese tan débil,
que fuese desplomarse en un sólo segundo.
Me despido por hoy, deseando que esto te inspire a vivir una vida más lenta, presente y contemplativa.
PD: puedes inventarte la vida que te de la gana y experimentar lo que te de la gana, para escribir esto nunca estuve en un porche de madera frente al bosque, sólo era un vídeo de Youtube. Pero, ¿acaso es limitada la imaginación cómo para no poder contemplar y conectarme con ese momento desde aquí?
Los límites los pones tú.
Te abrazo.